“Doctor ocúpese de los quemados, fue la frase que marcó mi carrera”
Con motivo del fallecimiento del mercedino Dr. Fortunato Benaim. ocurrido el día domingo 24 de septiembre, reproducimos en este espacio la transcripción de la entrevista radial que oportunamente le hiciera Fernando Pachiani en el espacio «Mercedinos por el mundo» por FM Santa María 88.1 y publicado en el semanario Protagonistas el pasado 10 de noviembre de 2020.-
Su currículum es tan extenso como su larga y fructífera vida. Merecedor de importantes distinciones nacionales e internacionales. Se lo conoce como el precursor de la medicina del quemado en toda Latinoamérica. Pertenece como Miembro Honorario o Correspondiente a todas las Sociedades Latinoamericanas de Cirugía Plástica y Quemaduras y a las de Estados Unidos y España. En Mercedes, fue curiosamente nombrado dos veces ciudadano ilustre.
El pasado domingo 18 de octubre cumplió 101 años de vida y lo festejó de manera muy reservada a raíz de la pandemia, pero recordó que con motivo del centenario de su nacimiento fue distinguido con una demostración especial en la Academia Nacional de Medicina y una gran cena a la que concurrieron 120 personas que resultó muy gratificante para él.
Hoy repasamos su vida en Mercedes, sus estudios, su trayectoria como médico y sus logros en una entrevista imperdible con quien es un verdadero orgullo para todos los mercedinos.
Su Mercedes natal
Llamamos al teléfono fijo de su domicilio particular y nos atiende una mujer encantadora Marta, su esposa que nos dice: “mi marido estaba esperando el llamado, le encanta hablar de Mercedes”.
La sola mención de Mercedes provocó en Fortunato una retrospectiva cascada de recuerdos: “mi padre tenía un negocio en la esquina de 25 y 18. O sea mi padre era comerciante y mi madre, ama de casa”.
De sus diez tíos por parte de madre, dos eran médicos, uno músico y los demás, comerciantes.
“Hice el primario en la Escuela Nro. 2 y el secundario en el Colegio Nacional Florentino Ameghino (promoción 1937) es decir que viví en Mercedes hasta los 18 años y luego me trasladé a Buenos Aires para estudiar medicina y he regresado a Mercedes pero en visitas familiares o por el gusto de volver a ver la plaza y todas sus calles numeradas.
Claro que me gusta de Mercedes el paisaje y habitualmente cuando regresamos, aparte de dar una vuelta por el centro, nos vamos a la pulpería que queda justo frente al parque y vamos al parque para ver la hermosa pasarela y el río Luján y los lugares donde jugábamos cuando chicos.
Éramos tres hermanos, dice: José (11 meses menor) con quien estudiamos juntos toda la carrera secundaria y universitaria que falleció en el año 2000 y tenía 80 años así que lo he sobrevivido 20 años. Hicimos toda la carrera juntos y después cada uno tomó su rumbo: mi hermano en neurocirugía y yo en cirugía reconstructiva y desde hace 70 años dedicado al estudio de la quemadura activamente.
Sus padres le inculcaron la vocación musical
La música fue para Fortunato una forma de entretenimiento pero sobretodo un sostén económico para poder continuar con sus estudios universitarios: “De alguna manera financiaba los estudios tocando el violín con un trío musical haciendo presentaciones en Mercedes; formamos pequeños grupos musicales para abastecer la demanda de reuniones que exigían acompañamiento musical.
Tocábamos en algunas escuelas o en el Club del Progreso y en almacenes en la periferia que organizaban bailes en lo que se llamaba la matinée de los domingos desde las 5 de la tarde hasta que oscureciera y recuerdo que en esos lugares no había corriente eléctrica y la iluminación era con faroles de kerosene; por otro lado recuerdo también que los bailarines masculinos llegaban a caballo y las damas llegaban en sulky y empezábamos siempre el baile tocando un pasodoble para calentar el ánimo; el piso era de tierra y para facilitar el deslizamiento de los pies las hijas de los dueños de los almacenes pelaban velas de estearina para que se facilitara el deslizamiento de los zapatos, recuerdos maravillosos.
Mi madre estudiaba el piano con una profesora que venía a mi casa y me habían regalado una batería y un día se le ocurrió decir que por qué no acompañaba a la profesora en sus interpretaciones entonces armé la batería y la acompañé; el resultado de esa prueba fue que me contrató para acompañarla en las ejecuciones al piano que hacían los domingos en la matinée del cine y ahí me ganaba $5 cada domingo tocando la batería en el cine. Mis padres me inculcaron la vocación musical”.
Las orquestas de Buenos Aires
Luego cuando vine a Buenos Aires en el año 38 me incorporé a la orquesta sinfónica “Lago Di Como”, que dirigía Bruno Bandini, un profesor de música argentino de origen italiano; pero al mismo tiempo vi un aviso en La Prensa que decía: “orquesta típica necesita violín”. Me presento y era a dos cuadras de donde vivía. Se llamaba “Floreal” y los tres violines éramos estudiantes de distintas materias universitarias: farmacia, filosofía y letras, y medicina. El pianista era estudiante de ingeniería. Los únicos con visión profesional eran los bandoneonistas. Uno de ellos Osvaldo Ruggiero, al que llamábamos “el pibe Ruggiero” que después fue primer bandoneón de la orquesta de Osvaldo Pugliese y fue uno de los creadores del Sexteto Tango. Tuvimos con él una amistad de muchos años”.
Cuando vinimos con mi hermano José a estudiar medicina, me refiero a Villa Devoto porque estábamos viviendo en la esquina de Marcos Paz y Jonte, ahí integré una orquesta típica con la que tocábamos en bailes de los clubes los fines de semana y es interesante recordar cuál era el valor adquisitivo de la moneda: almorzaba en una lechería que había en la calles Jonte y Segurola con $1 por el cual me daban una costilla, dos huevos fritos, papa frita, dulce y queso y café.
Cuando tocaba con la orquesta los sábados cobramos $15 cada noche, de modo que con lo que se reunía tocando el violín el fin de semana comía un mes.
También con los pesos que ganaba que me permitía comprar los libros y financiar algunos otros gastos durante la carrera universitaria”
“Después de recibido de médico- agrega – pude seguir desarrollando esta beta musical y completé con la orquesta de médicos y con un cuarteto de cuerdas que formó un profesor médico mío jefe del servicio de cirugía e invitó al doctor Carlos Duverger que era profesor de obstetricia y el violonchelista era clínico del Ramos Mejía, el doctor Hollister en violín y además algunas veces venía un médico cirujano de tórax que también trabajaba en el servicio. Lamentablemente por un problema en mi hombro derecho, que me operaron para que pudiera seguir tocando el violín hasta el año 2017. Tuve un proceso hepático muy grave que me obligó a estar internado como 5 meses y después de eso ya me resultó difícil retomar la ejecución del violín pero en el piano todavía, de vez en cuando, recuerdo algunos temas”.
Medicina del quemado, sus comienzos
Cuando se le preguntó por su vocación como médico, Benaim respondió: “esa es una pregunta clásica de los periodista y me voy a remontar al año 48 cuando yo estaba en el servicio de cirugía del Hospital Argerich hubo un incendio en una casa del barrio de La Boca donde se quemó una familia y fue trasladada a la guardia del Hospital Argerich. Como no había ninguno que los tratara, el jefe de cirugía doctor Arnaldo Yodice, me dijo esta frase que fue la que marcó mi carrera: “doctor Benaim ocúpese de los quemados” y siempre yo recuerdo que esta frase fue una orden a cumplir, un desafío que me interesó y una oportunidad que aproveché y ahí es donde empecé a ocuparme de la asistencia de quemados”.
“El padre – recuerda – tenía quemaduras profundas en la espalda y en el miembro superior y lo tuve que operar extirpando el tejido quemado y colocándole un injerto; fue la primera vez que se hacía un injerto en el hospital y yo lo hice en los quirófanos del sexto piso que tenía un mirador donde se juntaba la gente que quería ver las operaciones y el cirujano explicaba a través de un micrófono las distintas maniobras que estaba ejecutando; así hice mi primer injerto el año 48 en el Hospital Argerich y todavía con un detalle interesante: para hacer el injerto era necesario un instrumento que se llama “dermatomo” para obtener la piel de lo que se llama la zona dadora y trasladarla a la superficie que hay que cubrir; en el hospital no existía ese instrumento y lo compramos a medias entre el paciente y yo. Y así fue que tuve el dermatomo con el que realice esa primera operación.
Luego en el año’ 56 ganó el concurso para director del hospital de quemados donde hasta que se jubiló. “Me recibí en el año 46, pero para entrar a la carrera hospitalaria había que afiliarse al partido oficial- dice. Como nunca me afilié, fui médico concurrente durante diez años. En 1955, gané una beca para ir a los Estados Unidos y a mi regreso, el primer concurso médico que se abrió en el país después de la llamada Revolución Libertadora, fue la dirección del Instituto del Quemado. Permitían inscribirse a los que tuvieran por lo menos nueve años y 6 meses de antigüedad. Yo tenía nueve años y 7 meses. Tuve que competir con otros 25 médicos que se presentaron, algunos con 25 años de antigüedad, pero la mayor parte hacían cirugía estética. Yo ya había publicado mi tesis con un premio de la Asociación de Cirugía, había creado el primer centro del quemado en el Hospital Argerich y el jurado me eligió por unanimidad”.
La Fundación Benaim
En 1997, por un convenio con el Hospital Alemán, la Fundación del Quemado (en honor a la cual se decidió que el 26 de octubre se consagre como día latinoamericano para la prevención de las quemaduras) se hizo cargo del cuarto piso de la torre Pueyrredón, que estaba sin terminar y creó el Cepaq (Centro de excelencia para asistencia de quemaduras), dotándolo de un equipamiento especializado que el propio Benaim diseñó: “con la creación de la fundación que nació tres años antes de jubilarme y con la que seguí trabajando hasta el presente, se ha logrado incorporar al país varios elementos importantes como recursos terapéuticos; uno de ellos fue el banco de piel es decir el almacenaje de piel cadavérica procesada, esterilizada y conservada en congeladora a menos de 80 grados; el otro fue el aporte de la creación de un laboratorio para cultivo de piel que iniciamos en el año 92. La consecuencia es haber atendido un paciente de Rosario gravemente quemado que requirió el uso de piel cultivada que todavía no había en Argentina; como el paciente pertenecía a una empresa con solvencia económica me facilitaron que me conectara con Estados Unidos para ver si podían cultivar la piel y me dijeron que sí; mandamos la biopsia y por 30 días tuvimos que mantener al enfermo vivo hasta que llegó el cultivo de piel con el cual logramos finalmente salvarle la vida porque tenía un ochenta por ciento del cuerpo quemado.
Estos han sido aportes de la fundación y sigue teniendo una campaña de prevención y llevando a distintas ciudades del interior del país la inquietud del aprendizaje del tratamiento de emergencia y estimulando la prevención.
Tanto del banco de piel como el laboratorio para cultivo de piel están evolucionando y están en pleno desarrollo, uno está instalado en el Hospital Garrahan y el laboratorio para cultivo de piel en nuestra fundación.”
Grandes tragedias
“En una oportunidad – recuerda – se incendió un circo que provocó la muerte y quemaduras de 500 personas que estaban observando la función un domingo al mediodía”. La mayor tragedia provocada por el fuego en Brasil es hasta ahora el incendio ocurrido el 17 de diciembre de 1961, hace más de medio siglo, en una función de un circo en la ciudad de Niteroi en el que murieron al menos 503 personas, en su mayoría menores de edad.
El desastre del Gran Circo Americano en Niteroi, ciudad vecina de Río de Janeiro, fue provocado por una colilla de cigarrillo. “Yo concurrí con una delegación de 15 profesionales del hospital de quemados y estuvimos trabajando conjuntamente con los médicos brasileños durante una semana.
El otro hecho que recuerdo fue cuando se quemó en Paraguay el General Rodríguez quien era comandante de las fuerzas armadas del gobierno del Presidente Stroessner. Fui a verlo y felizmente pudo volver a andar a caballo y jugar al tenis a pesar de las quemaduras que habían sido en los miembros inferiores y totalmente injertadas.”
Un sueño a cumplir
Como dice una de sus frases preferidas “Nunca cansarse de volver a empezar” aún tiene sueños y proyectos por cumplir: “Tendría ganas que se haga realidad un proyecto que estoy trabajando desde hace 40 años que es la creación en el país de una red asistencial con distintas complejidades, con un servicio de alta complejidad en cada región sanitaria y servicios satélite de menor complejidad en la ciudad más importante de cada región; este proyecto primero fue elevado al consejo de salud en el año 83 en Ushuaia y después lo presenté varias veces al Ministerio de Salud pero ahora decidí cambiar el rumbo y con el aval de 15 entidades médicas que apoyan el proyecto lo presenté a la Comisión de Salud de la Cámara de Diputados y en este momento ha sido postergado su tratamiento por todos los problemas políticos y sanitarios pero últimamente he tomado contacto con un nuevo diputado que prometieron apoyar el proyecto. Ojalá los diputados, las autoridades, nuestros legisladores, apoyen este proyecto de esta red de asistencia de diferentes complejidades en el país”- concluye Benaim.