Fernando Moner se destacó en el Ciclón y en el Globo, que se medirán esta tarde por el Torneo Apertura. Sus anécdotas con los Camboyanos, su pelea con la barra del Globo y cómo se convirtió en un embajador del fútbol nipón.
En la historia del fútbol argentino, son 55 jugadores los que vistieron las casacas de San Lorenzo de Almagro y Huracán, equipos que se enfrentarán este domingo para darle vida al clásico de barrio más importante del país. Fernando Moner integra esa lista, por haber nacido futbolísticamente en Boedo y haber cerrado su etapa profesional en Parque Patricios.
A pesar de haberse probado en el Globo, el destino quiso que el Ciclón fuera el club que le dio la chance de jugar en Primera División en 1987 y de la mano de Bora Milutinovic. “En San Lorenzo salimos segundos en el campeonato con el Bambino Veira como entrenador. Teníamos un equipazo, con José Luis Chilavert, Blas Giunta, Lucho Malvarez, Walter Perazzo y Leonardo Madelón; nos fue muy bien. Luego, ganamos la Liguilla, pero el fútbol amateur de Japón me pagaba 35 veces más de lo que percibía en Argentina”, recuerda el ex defensor que permaneció dos temporadas en Boedo antes de partir rumbo a la ciudad de Hiroshima.
En el Santo, Moner vivió una etapa muy particular, porque el club pasaba por una crisis económica complicada. “Nos bañábamos en agua mineral, porque no había agua corriente en las duchas, no teníamos agua caliente. El utilero pintaba los números de las camisetas. Esa yo la viví. No podíamos cambiar una camiseta, porque rompíamos la cantidad que teníamos y no nos quedaban para el próximo partido. Recuerdo que nos echaban de los hoteles, porque no pagaban”, revela el ex lateral izquierdo en diálogo con Infobae.
De la Argentina, el exjugador nacido en Mercedes el 30 de diciembre de 1967 se fue al fútbol amateur de Japón durante tres años (1988-1991). Luego, tuvo un corto lapso en España, donde jugó en la filial del Atlético de Madrid, presidido por Jesús Gil y Gil. “Era un loco total. Una persona que no te pagaba por tres meses, pero luego venía y te pagaba cuatro juntos. Gil y Gil tenía una cadena de oro que pesaba más que las que tiene L-Gante. Andaba con un Rolex con diamantes, pero no te pagada por tres meses el sueldo. Hacia lo que quería”, sentencia.
En 1993, el Pelado Moner recaló por segunda vez en el Yokohama Flugges, etapa en la que el fútbol japonés se transformó en una liga profesional. “Ganando un partido en Japón, con el premio económico que cobraba, mi papá tenía que trabajar un año para conseguirlo”, cuenta.
Tras un año en el continente asiático, Moner volvió al fútbol argentino. Jugó en Atlético Tucumán, Platense, Unión de Santa Fe y Huracán, donde vivió hermosos momentos, pero también sufrió bastante, lo que generó colgar los botines. “Fui dirigido por Carlos Babington y Miguel Ángel Brindisi, pero me cansé de la barra brava. Los dirigentes les pagaban a ellos y a los jugadores no nos pagaban. Dirigentes ricos, barras ricos y jugadores que no cobrábamos. Los entrenamientos terminaban a las 12 del mediodía y llegaba a mi casa 13.30, porque siempre teníamos una reunión con la barra. Todos los días había problemas”, describe el ex futbolista.
– ¿Qué es de tu vida, Fernando?
– Estoy radicado en Mercedes, Provincia de Buenos Aires. Tengo una inmobiliaria. Estoy alejado del futbol y tenemos un emprendimiento familiar. Por suerte, trabajo mucho y bien. Y disfruto de otro tipo de vida, muy distinta a la que tuve como jugador.
– ¿En qué se diferencia?
– Cada cosa tiene su secreto, sus complicaciones. Lo más importante para mí es que cuando uno va a emprender algo, debe prepararse. Desgraciadamente, vemos en el futbol que chicos de 18, 19 años agarran dinero que nunca pensaban tener y se terminan comprando el último auto, en lugar de comprarles una casa a los padres. Lo seguimos viendo, y es algo que sigue sucediendo desde mi época. Yo tengo séptimo grado. No soy una persona preparada ni mucho menos. Mi padre fue ferroviario y mi madre ama de casa, así que mucho avance no tenía. Sí tenía en claro que debía ahorrar dinero y no malgastarlo. Mi primer auto me lo compré a los 27 años, cuando lo podría haber hecho a los 19. Primero, invertí en propiedades. Luego, me fui asesorando e investigando, y a medida que pasaba el tiempo, trataba de no gastar más de lo que me entraba. Por suerte, puede ahorrar y poner una inmobiliaria.
– ¿Te va bien?
– Uno es rico con un peso y pobre con un millón de dólares. Me va muy bien. Tengo una familia en Mercedes, donde vivimos casi todos. Tengo dos de mis hijos que se recibieron y eso hace que me vaya muy bien. Soy un padre que puede decir que mis hijos se preparan para su futuro.
– ¿Seguís despuntando el vicio de la pelota?
– Hace dos años que no juego por un problema que tengo en una de mis rodillas. Y desde hace un tiempo que no juego en el torneo de veteranos en Mercedes. Pero hace tres meses tuve una invitación desde Japón, porque este año se cumplen 80 años de la bomba de Hiroshima. Y se hará un evento muy importante en julio de este año en esa ciudad japonesa. Todavía no está cerrado el acuerdo y hay muchas posibilidades de que viaje a Hiroshima para jugar ese partido. Hay invitados como Zico, entre otros, y empecé a prepararme para ese evento.
– ¿Jugaste en tres clubes de Japón?
– Sí, pero son los mismos tres clubes, con distintos nombres. Cuando llegué a Japón en 1988 era un fútbol amateur. Ese año, solo había cuatro argentinos, los demás eran todos japoneses que trabajaban en las oficinas de la empresa dueña del club. A partir de ahí estuve tres años de manera amateur. Nos teníamos que llevar la ropa de entrenamiento, inflar las pelotas, marcar las canchas y correr los arcos; totalmente amateur. Luego, me fui y volví en 1993, cuando se creó la liga profesional, al mismo equipo, pero con otro nombre. Se llamaba Fluges. Fue en la época que jugó Ramón Díaz, Toto Schillacci, entre otros.
– ¿Cambió bastante desde la época amateur al profesionalismo?
– Sí, dos mundos distintos. De ir 300 personas a ver los partidos a jugar un año entero todos los partidos de la liga a cancha llena. Fue una experiencia hermosa. Jugué dos años y salí campeón de la Copa Emperador. Cuando me retiré, volví a Japón para sumarme a una cadena televisiva para cubrir el Mundial Corea-Japón 2002. El mismo equipo que había desaparecido y había sido refundado por los socios, me volvió a contratar para que me retirara en el club donde ya había jugado. Estuve seis meses, me volví a lesionar y me retiré, a pesar de haber tenido un año más de contrato. Me quedé como relacionista público del club durante un año más.
Fuente: Infobae